Si hay algo que caracteriza la vida de los Maristas de Champagnat es su espíritu de familia y la fraternidad. Es este tiempo de demasiadas divisiones, enfrentamientos y rivalidades entre personas, pueblos y países, los Maristas estamos llamados a construir la fraternidad.
Marcelino infundió un espíritu particular: la sencillez, que impregna toda su relación personal; el espíritu de familia, pues los Hermanos forman comunidades fraternas donde crecen las cualidades humanas y los
dones espirituales de cada uno; pero, sobre todo, el amor a María, pues siempre la invocan como la «Madre Buena» y tienen mucha devoción, pues creen que María lo ha hecho todo entre ellos.
Son ellos, son los Hermanos Maristas.