El pasado mes de julio fue un período de disfrute, crecimiento personal y espiritual para mí, gracias a mi experiencia de voluntariado con la ONG Marista SED. Desde enero, un grupo de voluntarios nos embarcamos en la tarea de organizar talleres y actividades para niños, jóvenes y profesores en los colegios Maristas de Kumasi, Ghana. Nuestra meta: brindar apoyo a los menos privilegiados.

Junto a Carla y Mireia de Valencia, Pablo de Alicante, Teresa de Granada, Luis, Fernando y Maite de Sevilla, y Paula, me encontraba yo —a quien cariñosamente llamaban «Grandpa Ginés»— de Murcia. Entre todos formamos una pequeña familia comprometida. Desde principios de año, hemos trabajado en campañas de concienciación y apoyo al voluntariado, llenos de energía y entusiasmo.

En la primera semana de julio, llegamos a la Marist School Sabín-Akrofrom, ubicada en la región de los Ashanti. Allí llevamos a cabo talleres y actividades lúdico-deportivas para las distintas etapas de Infantil, Primaria y Secundaria. Estos talleres fueron diseñados en colaboración con la directiva del colegio y los voluntarios del Campo de Trabajo Marista del año anterior. Al finalizar la jornada escolar, también impartimos cursos de formación para los profesores, basados en las solicitudes de reciclaje y mejora pedagógica del año pasado. Fue inspirador ver cómo, con entusiasmo, creamos un ambiente de cercanía y bienestar, reflejado en la fiesta de graduación de los alumnos y en el cierre del curso con todos los profesores.

Durante la segunda semana, nos trasladamos a la comunidad de Buokrom, donde repetimos los talleres y cursos. En esta ciudad, nos quedamos con los Hermanos Maristas hasta finales de mes, disfrutando de su compañía y buen hacer.

En la última quincena, colaboramos con el Programa de las Hijas de la Caridad de la Arquidiócesis de Kumasi, enfocado en ayudar a niñas de la calle y víctimas del tráfico de personas. Bajo la coordinación de Sor Olivia, directora del Proyecto Talitha Kum, trabajamos con jóvenes que buscan salir de situaciones difíciles, ofreciéndoles alfabetización y formación en oficios como peluquería, sastrería y jardinería. También les facilitamos material para que, más adelante, pudieran emprender sus propios negocios.

Estos momentos inolvidables, llenos de tareas, actividades y juegos, me permitieron compartir con niños y monitores, siempre respetando sus culturas y estilos de vida. Esta experiencia abrió mi mente y corazón, dejándome profundamente agradecido con todos los que hicieron posible mi estancia en Kumasi.

Estoy, por supuesto, orgulloso de mis compañeros voluntarios, quienes se convirtieron en mi familia desde el primer día. Esta prueba de vida ha dejado una huella imborrable en mí, y siempre llevaré en mi corazón a todos aquellos que compartieron este viaje. Solo me queda decir gracias a todos los que hicieron posible esta experiencia. ¡Cuenta conmigo para futuras aventuras!

Fdo. Ginés Mayor Rocamora (Dongi)