Eran las 7 de la mañana y mi cabeza no daba más, montada en el autobús y rodeada de mis personas favoritas me disponía a emprender un viaje más, pero no uno cualquiera, iba a Granada a un encuentro grupero con motivo del Bicentenario Marista.
Si os soy sincera, miles de preguntas rondaban mi cabeza: si irían mis amigos, si merecería la pena el madrugón, pero sobre todo qué haríamos… Esa era la pregunta estrella, y lo mejor y más divertido: nadie sabía nada.
Desde el principio me propuse vivir ese día, sin juzgar aquello que me propusieran, quería volverme a sentir como en mi primer día de grupos: llena de emoción y expectante. Así que allá iba.
Al pisar Granada la cosa parecía ponerse fea… Estaba lloviendo, pero bueno, supongo que la ilusión superaba cualquier posible adversidad, y en efecto, en un abrir y cerrar de ojos, me encontré en medio del patio, saludando a muchísima gente y haciendo esfuerzos para encontrar al que sería mi grupo. Con ellos compartiría toda la mañana, y dejadme que os diga, que a pesar de no conocerles de nada, sentí que algo nos unía. Eso me dio la suficiente confianza como para poder compartir cómo me sentía y cómo llegaba a esa convivencia. Al final de la primera dinámica cada uno infló un globo que más tarde formaría parte del logo del bicentenario, un gesto muy chulo.
Tras el esperado comienzo tocaba rebajar tensiones, y qué mejor forma que un musical. La verdad que me sorprendí cantando canciones que no conocía y gritando a pulmón todas aquellas que, en mayor o menor medida, han formado parte de mí todos estos años. Creo que todos disfrutamos mucho de ese momento, volvimos a ser niños recordando la chispa, el taburete, camisetas, bailes…
A continuación, entró en acción un hermano que yo personalmente no conocía, Juan Carlos, el Provincial, él dio paso a Emili Turú, el Superior General de los Maristas, con el que tuvimos un videoencuentro un tanto peculiar. Nos invitó a ser subversivos. Cuando nombró esa palabra no tenía idea de lo que significaba, pronto entendí… Entendí que hay que ser subversivo en el ámbito de los valores. “Simplemente” coger nuestra realidad y trastocarla. Teníamos que ser revolucionarios, revolucionarios de la ternura. Yo, que comencé pensando que aquel hombre daría un testimonio o algo “típico” me quedé impactada. Y eso no era nada.
El hermano Juan Carlos continuó al hilo de éste. Dijo que se sentía un afortunado por estar a cargo de personas que día a día soñaban. Y nos regaló algo más que una pequeña metáfora de un tarro con agua y sal, para mí fue un mensaje renovado. Nos animaba a no ser simplemente ese tarro, sino a abrirlo y enseñar lo que tenemos dentro. A esparcir esa sal por el mundo, como si nuestro entorno, fuese agua en la que diluirnos para transformarla. Dejando a su vez que ella nos transforme a nosotros. Dudo que ambos mensajes dejasen indiferentes a nadie: sed subvervivos para cambiar el mundo y que éste os cambie.
Tras ésta inolvidable intervención de Juan Carlos nos dieron la oportunidad de tratar diferentes temas de la realidad marista que vivimos y pudiendo aportar no solo nuestra visión sino también, expresar nuestros sueños respecto a diferentes ámbitos según el grupo al que pertenecíamos.
Ya por la tarde, celebramos una Eucaristía cargada de símbolos. Y al más puro estilo grupero, acabamos cantando canciones y canciones los 800 allí presentes. Ahí me di cuenta de que no hacía falta ser perfecto, ni el mejor en nada para formar parte de algo grande. Que no necesitas ser importante o reconocido para cambiar las cosas. Me fui de ahí pensando que tenía una responsabilidad con los otros 799 globos que junto al mío formaban aquel logo y con los que quedan por venir. Todas esas preguntas que habían rondado mi cabeza aquella madrugada ya tenían una respuesta, y me iba con un aire nuevo, con ganas de más. Sin duda volver al origen de todo no fue un paso atrás, sino uno de esos que te impulsan, para empezar de nuevo…OTROS 200… Y MÁS.
Andrea Pérez Quirante (Comunidad 2)
Pincha aquí para ver más fotos.